PLANIFICACION FINANCIERA

¿Cuándo un mercado esta en tendencia a la baja, que hacer? 

a. Añadir dinero a mi cuenta. 

b. Mantener con lo que tenía. 

c. Dejar mi dinero, pero con preocupación. 

d. Retirar mi dinero, no podría soportar mayores caídas.  

Espere un segundo… no conteste eso. Es cierto que estas preguntas son las preguntas estándar en los cuestionarios de evaluación de riesgos que encontrará por toda la web, y tienen su origen en una idea bienintencionada. 

Desafortunadamente, muchos cuestionarios de riesgo no son tan productivos.  

Para empezar, la mayoría de los inversores no juzgan bien su propia tolerancia al riesgo, se sienten más resistentes al riesgo cuando el mercado sube y se vuelven más reacios al riesgo después de períodos de pérdidas sostenidas como las que el mercado ha registrado recientemente. 

Pero quizás lo más importante es que al centrarse en la respuesta del inversor a las pérdidas a corto plazo se confunde indebidamente el riesgo y la volatilidad. 

Comprender la diferencia entre ambos, y centrarse en el primero (riesgo)  y no en el segundo (volatilidad) es clave para alcanzar los objetivos financieros propuestos a medio y largo plazo. 

¿Cuál es la diferencia? 

Como inversores, es útil crear una distinción mental entre volatilidad y riesgo. 

¿Cuáles son las principales diferencias? Para empezar, la volatilidad abarca los cambios en el precio de un título, una cartera o un mercado tanto al alza (ver 2019) como a la baja (ver 2008). 

Por lo tanto, es posible tener una inversión con mucha volatilidad que hasta ahora sólo ha ido en una dirección: al alza. 

Aún más importante, la volatilidad normalmente se refiere a las fluctuaciones de precios en un valor, cartera o mercado durante un período de tiempo bastante corto: un día, un mes, un año.  

Estas fluctuaciones (la volatilidad) son inevitables una vez que uno se aventura más allá de los depósitos, los fondos monetarios o las cuentas corrientes. 

Si no vende, la volatilidad no es un problema e incluso puede ser su amiga, permitiéndole comprar más de un valor cuando ha caído. 

En cambio, la definición más intuitiva de riesgo es la posibilidad de que su inversión no pueda cumplir con sus objetivos financieros previamente planificados,  o que tenga que recalibrar sus objetivos porque su kit de inversión se ha quedado corto. 

Con esta mirada, el riesgo debería ser la verdadera preocupación de los inversores; la volatilidad, no tanto. 

¿Un riesgo real? Por ejemplo, tener que mudarte con tus hijos porque no tienes suficiente dinero para vivir solo. ¿Volatilidad? Ruido en las noticias de la noche que afectan en el corto plazo a tu inversión. 

Sin embargo, es fácil ver cómo los dos términos se han mezclado, dando prioridad el inversor medio a la volatilidad frente al riesgo “real” de no cumplir con sus objetivos financieros planificados. 

Por otro lado, algunas de las inversiones más volátiles (a saber, las acciones) pueden no ser tan arriesgadas para uno si le ayudan a alcanzar sus objetivos financieros a largo plazo. 

Es posible evitar por completo las inversiones volátiles, pero al final sus inversiones seguras sólo generarán ganancias pequeñas, nulas o negativas (si tenemos en cuenta el efecto inflación)

Cómo gestionar estos dos conceptos 

Entonces, ¿cómo pueden los inversores centrarse en el riesgo mientras ponen la volatilidad en su debido lugar? 

El primer paso es saber que la volatilidad es inevitable, y si uno tiene un horizonte temporal lo suficientemente largo, podrá aprovecharla para su propio beneficio. 

El uso de un programa de aportaciones periódicas -comprar fondos/acciones a intervalos regulares – puede ayudar a asegurar que uno está invirtiendo en una variedad de entornos de mercado, alcista y bajista, obteniendo unos precios de compra medios más eficientes en el largo plazo. 

La diversificación de la cartera entre diferentes clases de activos y estilos de inversión también puede contribuir en gran medida a mitigar la volatilidad de una inversión que es volátil por sí sola. 

Eso puede hacer que su cartera sea menos volátil y que sea más fácil convivir con ella. 

Durante las últimas décadas, por ejemplo, los bonos de alta calidad han tenido una correlación muy baja con las acciones, sirviendo estos de colchón en momentos de pérdidas en las acciones, y viceversa. 

También ayuda a articular ver riesgos reales establecer unos objetivos financieros concretos y evaluar  la posibilidad de no alcanzarlos. 

Por ejemplo, para la mayoría de nosotros, una jubilación cómoda es un objetivo clave; el riesgo correspondiente es que nos quedemos cortos por culpa de obtener una rentabilidad insuficiente, y no tengamos suficiente dinero a la jubilación para mantener el estilo de vida que nos gustaría. 

Para las personas con hijos, pagar la universidad es un objetivo, pero el riesgo es que no se ahorre con la suficiente rentabilidad, y que el hijo tenga que recurrir a fuentes alternativas de financiación para su educación tras haber aportado regularmente a un plan de inversión / ahorro. 

Al identificar las metas (objetivos financieros a cumplir),  y los riesgos uno por uno, se pueden priorizar y planificar, además, si tiene objetivos a corto o medio plazo, una cartera de inversión más conservadora será más apropiada. 

Por último, planee mantener el dinero que necesita para gastos a corto plazo ( entre 1 y 2 años por ejemplo) fuera de activos volátiles. 

Al reservar una parte de su cartera que no esté sujeta a la volatilidad o al riesgo, puede tolerar más fácilmente las fluctuaciones en el resto de su inversión que si está enfocada a largo plazo